martes, 17 de junio de 2008

El eje de la vida

Es muy difícil señalar qué conviene más o menos en nuestras existencias. Ciertamente, las circunstancias cambian y cada uno, como decía el torero, es cada cual. Nada que objetar, porque, probablemente, nada claro decimos. Indicamos, a menudo, que debemos defender la calidad para todos, y destacamos que, como extensión de ésta, ha de figurar la paz, ese bien tan preciado, “el más preciado”, según el Papa Bueno, el recordado Juan XXIII. Podemos añadir esos conceptos que rezuman nostalgia y melancolía, con sabor dulce a siglos pasados, y que nos hablaban de libertad, de concordia, de trabajo al unísono, de universales (ahora nos referimos, equivocadamente, al pensamiento único), de sumar y no de restar, etc. La apuesta sincera y nítida que hemos de afrontar diariamente, a mi humilde juicio, si es que me queda, es la del fortalecimiento del diálogo, la de la resolución pacífica de los conflictos, la de decir no al aislamiento, denunciando las falsedades y alentando la solidaridad, la de asegurar que el ser humano no solo es la medida de todas las cosas, como señalaban los griegos, sino la gran medida, la más especial. Como ahora están de moda, utilicemos un eslogan: “Por nosotros”. No digo por mí, ni por ti, ni por aquel, ni por los míos, ni por los fuertes, ni por los débiles, ni por los que vienen, ni por los que van, ni por los que están agarrados, ni siquiera por los que están de vuelta, ni por los listos, ni por los tontos, ni por los útiles, ni por los más desgraciados… Me refiero a todos, a nosotros, al grupo, a la Humanidad. Es tan sencillo de entender, y, por desgracia, tan lejano de atender. Hace setecientos millones de años, la tierra se congeló, dicen los astro-biólogos. Fue por unas determinadas causas. Ahora por otras se está calentando demasiado. Con las 200 bombas nucleares que tiene el Reino Unido nos podríamos ir al otro mundo y volver en varias ocasiones. El resto de países que están en esta locura no tendrían ni tiempo de actuar. Una locura, me digo. A estas alturas de mi vida no quiero ni secretos, ni leyendas, ni rumores. Quiero simpatía y amor, cariño a borbotones. Quiero mesura, cercanía, medicinas y alimentos para todos, que hay posibilidades, más de las que podemos creer. A lo mejor soy un utópico, hoy soy un utópico, pero, como el poeta-cantante inglés, espero no ser el único. Recuerda que el eje de la vida somos todos: eres tú.

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