domingo, 22 de junio de 2008
Engañados
Vamos como hormiguitas de un sitio para otro, portando el alimento de un invierno que seguramente vendrá. No pensamos. Andamos como locos, como locas van ellas. No advertimos los intereses, aún sabiendo que hay unas necesidades comunes que cubrir. Nos volvemos “rutina”, nos volcamos en prisas y demoras que no acuden a la ley natural. Somos, y somos mucho, y somos nada, y nos abocamos a un destino incierto que nos pasa la minuta a la menor ocasión. Nos sacrificamos por una miseria que nos devora como un dragón de amplias fauces. Sentimos la llamada de un deber que oculta lo que somos, lo que precisamos, lo que nos favorece. Pagamos por adelantado por un trozo grande que sobra y del que nadie se va a aprovechar. Generamos demasiado beneficio para las pocas cosas alimenticias que nos llevamos a la boca. No pensamos. Luchamos por excedentes que son solo eso: elementos superfluos que ni siquiera enviamos donde más falta hacen. Es la pura demencia. El engaño es atroz. Analizamos los plazos, las ganancias o las posibles pérdidas, pero no barajamos el hecho real de que todo se queda aquí. Nos importan las nimiedades, que nos alcanzan con dolor, y nos ponemos a aletear en busca de una guinda que colocar en la cima de lo que arderá en el infierno. Somos como burritos, con perdón, que no miramos alrededor, que nos embobamos con la zanahoria, como si no hubiera nada más valioso en el contexto mundial. Cuando sufrimos el vértigo del equívoco es aún peor, puesto que tememos caer en las redes de una memoria que nos tortura, sin nada que nos implique desde la riqueza espiritual. No reflexionamos sobre la necesidad de la amistad, de la familia en sentido restrictivo y amplio, de la querencia cariñosa, de la devoción en los vértices espirituales, del amor por lo nuestro, por lo que somos, por lo que son los demás… No estamos preparados para afrontar las relaciones con el corazón, con el “maguito” que nutre, alimenta y da vigor a la auténtica materia indeleble que nos caracteriza como personas. Amar es la suprema dicha, según el poeta, y la Humanidad entera debería no solo interpretar y asimilar esta sentencia, sino igualmente hacerla la bandera de enganche de un ejército de nuevas hormiguitas dispuestas a luchar por la libertad, por la autonomía, por la suficiencia de criterios, por el respeto y por la solidaridad entre todos los seres humanos. Espero que no sea una utopía. Vivimos tan engañados.
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