martes, 17 de junio de 2008

A favor de la civilización

Jamás he pretendido adoctrinar o hacer proselitismo. Mi moral es más sencilla que todo eso: creo que uno debe hacer lo que debe, siempre que no se meta en la libertad de los demás conforme a unos cánones de justicia. Sé que expresar esto y nada puede ser lo mismo. Hay sentimientos e ideales que no consisten en su manifestación, sino más bien en su entendimiento con el paso del tiempo. Las sentencias y los valores éticos, recordemos, dependen del contexto social y, a menudo, de la época en la que nos hallemos. Todo es relativo, que decían los griegos. Tengamos en cuenta que las discriminaciones empeñan nuestras vidas, porque nos acaban atando, entre otras cosas. Quede, pues, bien patente que abomino la pasión y los entusiasmos que imponen algunos ideales arbitrarios y necios. El espectáculo que ofrecen algunas posturas inquebrantables nos lleva a preguntarnos por la Humanidad que supuestamente tenemos. Estoy con Javier Reverte cuando señala que “no hay mejor forma de dar sentido a la vida que la alegría”. Lo que sucede es que ésta se hace de rogar. No es fácil dar con ella, y mucho más difícil es practicarla en estos tiempos de perdición y de contumacia. Los esquemas y las asignaturas que hemos aprendido tienen una complicada aplicación en el día a día. Las pruebas de laboratorio casi nunca valen fuera de él. Con meridiana claridad y con el positivismo que no siempre poseo, me veo en la obligación de reconocer que no brindo un carácter formativo y diferenciador tan sólido como para vender hondas creencias, conocimientos o enseñanzas alternativas. Las tentaciones en la funesta trama son ingentes. El tejido se corrompe y apenas mitigamos los intereses creados tras puñaladas traperas. El compromiso se funde con el pánico, y nos aborregamos entre privilegios del pasado y jerarquías siniestras y prefabricadas. Lo fundamental es que vayamos tras la educación, favoreciendo unas bases civilizadas de convivencia, practicando el rechazo a cualquier pena y siguiendo los dictados de los Derechos considerados esenciales. Apliquemos, por favor, todos los días, y con mayor intensidad, términos como Amor, Amistad, Fraternidad, Entrega, Igualdad y Libertad.

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