martes, 24 de junio de 2008
Inventada para mí
Mi deseo es, principalmente, uno, que aspira al conocimiento: me gustaría ser un “alquimista” para convertirte en mi favorita, para ser tu deseado, para abrazarnos con singular y removida condena. Me agradaría romper todas las barreras y escuchar tus propósitos, para hacerlos míos. Bordaría una mantelería con tu nombre que llevaría hasta en sueños. Acecharía por doquier para evitar cualquier patología o daño principal o colateral. Cuidaría todos los detalles presentes y futuros y comparecería con apoyos épicos. Viviría en un gran barco cargado de alimentación nutritiva curada con tu amor. Todo el trabajo tendría una motivación: nada sería en balde. Me engancharía a tu mercado, a tu sistema, y cambiaría de registros. Potenciaría tu autoestima para ser más los dos en pareja. Sé que estaría a la altura del reto. Crearíamos un ambiente sin hostilidad, sin flagelaciones, presto al apoyo astuto e inmediato. El discurso sería bonito, lleno de ofrecimientos, sin mugres y sin moscas. Enarbolo la bandera de la capacidad y de la memoria, que invita y alivia con estampas sin despecho. Pido la cordura, y trataré de contribuir a su imperio. Eres mi manjar de unanimidad universal. Me encanta ese aire que tienes, ese semblante risueño. Tienes un aspecto impecable. Tu valor supera al del agua. Innovas en mi vida, y eso me hace desatar mis “serotoninas”. Te veo tan optimista que te recomiendo como medicina sanadora y salvadora. Has cancelado todas mis deudas con la vida y has eliminado todos mis recelos y prejuicios. Has ahuyentado todo lo que me trastornaba y ahora soy feliz a partes iguales. He parado el cronometro estando a tu lado. No merece la pena tanto agobio. Lo señero eres tú; y lo demás lo aceptaré si te complementa. Nos hemos metido en el mismo cesto, y podemos construir una gran relación personal desde el contacto adecuado. Eres un hito en mi desarrollo. Codo con codo podemos “desdramatizar”. Me aportas calidad y estabilidad y me permites el acceso a una salubridad intelectual y espiritual con la que disfruto a raudales. Tengo confianza en ti, en tus cuidados, en tus pinceles, en tus lágrimas, en tu pelo, en tu afecto. Te considero mi elegante y justo eje “vertebrador”. Me sostienes incluso frente a lo absurdo de la vida. Te pido tan poco y me das tanto que pareces inventada para mí. ¡Ojalá te pudiera devolver una mínima parte!
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