jueves, 19 de junio de 2008
Me alegro de verte
Me ha gustado verte hoy, con esa mirada plena, con esa felicidad perfecta y más que merecida. Sé que te han ofrecido poco, pero es justo lo que necesitabas en este momento: un poco de confianza. El ser humano precisa de tan escasa cantidad de cosas, entre ellas el cariño, que no es poco, que a veces nos sorprendemos de lo que somos capaces de hacer con escaso margen. El caso es que te he visto fresca, viva, con ganas de saltar, de expresar tu jovialidad. Has mostrado lo realizada que se puede manifestar una persona cuando las circunstancias nos dicen que todo marcha, y que todo va bien. Lo cierto es que la vida te “pita”: te lo has trabajado, y ahora cosechas aquello que, previamente, habías plantado. Eres singular, y eso se ve a la legua, y hoy te he visto aún más especial. Por favor, que el amigo lector o la amiga lectora no piense que estoy nuevamente enamorado, y, si lo piensa, de lo cual es muy libre, que lo medite en un sentido idílico, de magna amistad, sin más compromisos, sin aspectos sentimentales o de otra índole. En los últimos años, querida (y ahora estoy contigo), me has dado a conocer una serie de perfiles de tu personalidad que me han encandilado. He sido un poco más yo, un mucho más yo, divisando tu manera de comportarte, que a mí me recordaba unos años mozos que ya no volverán, ni falta que hace, pues soy feliz como soy y con lo que poseo en estos instantes. Eres esa niña genial, comprensiva, dadivosa, conocedora, con grandes dosis de humildad y siempre presta a ayudar a los conocidos. Te organizas bien, y llevas una existencia equilibrada. Reconoces estar enganchada a tu novio y esa entrega es envidiada en el sentido de que a todos nos gustaría tener a alguien así a nuestro lado, sobre todo para cuando las cosas vayan mal, o peor. A pesar de tu juventud, eres un saco de virtudes bien manufacturadas, perfectamente entrelazadas, con una composición de amor y de cariño nada disimulados, ni tampoco hay un porqué para el disimulo. De verdad que he aprendido a quererte, que dirían los hermanos de Sudamérica, pero con un matiz de pura amistad, de verdad. Tu propia mirada expresa un sinfín de matices, de contornos que mejoran a la persona que intento retratar. Me siento halagado y satisfecho por haberte conocido. Nunca me has negado una mano y una conversación, y reconozco con el paso de estos pocos años que lo has hecho porque sí, de una manera altruista y sincera. Creo que nos hemos convertido en buenos amigos, y nos sentimos bien con ello, algo que de vez en cuando nos repetimos. Me indicas con acierto que no siempre comprendes lo que redacto en este hueco de la gran Internet. Muchas veces, y lo sabes, me escondo; y por eso trazo curvas cada vez más sinuosas y extrañas, como en una especie de huida hacia delante. Escribo porque siento la necesidad, pero no siempre quiero que se sepa lo que tengo dentro. Confieso que mi comportamiento es de esta guisa. Por millones de motivos que no resumo aquí, hoy soy un poco más feliz al verte, porque advierto que, con un poco de cosecha profesional, te sientes mejor. Has experimentado que ha merecido la pena tanto esfuerzo, y me lo relatas a mí no solo con tus palabras sino también con esa mirada explosiva y brillante. Estoy, sinceramente, orgulloso de tenerte entre esas amistades que he incorporado a cuenta gotas en los últimos tiempos, tan convulsos y llenos de traiciones. Sé que te mereces eso y mucho más. Seguro que el gran Dios de todas las religiones te colmará de esos bienes que te ganas cada día siendo amiga de tus amigos. Enhorabuena, y sigue ahí. A mí también me tendrás. Sabes que me ha encantado verte, verte, fundamentalmente, así. No cambies.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario