jueves, 19 de junio de 2008
Mi talismán, mi referencia
Me gusta tu entereza, me entusiasman esas ganas que rezumas por los cuatro costados de un cuerpo fuerte y maravilloso. Me encanta esa radiación enorme que dispensas a todo el que te llega. Eres estupenda, formidable, genial, querida, superior, magnífica, colorista, simpática, hermosa, en todos los sentidos lindos que puedan tener estos términos. Te siento tan cerca. Siempre me has asesorado bien, y, como quiera que nunca ha habido intereses cerrados, oscuros o subrepticios, podemos decir a las claras que somos amigos, que somos buenos amigos, muy amigos, con todo lo que ello lleva aparejado. Te has convertido, además de en una referencia, en un símbolo para mi cotidiano devenir. La nebulosa de cada jornada hace que no siempre seamos conscientes de lo que tenemos, que es mucho, aunque en días ambiciosos o negros, por las causas que sean, nos parezca todo lo contrario. Nuestras razones de ser no tienen en todo momento motivos para manifestar quejas, pero los humanos somos así. El desacierto es una constante que se repite más allá de lo aconsejable. Nos metemos en líos innecesarios, y opinamos sobre cuestiones que no siempre precisan de nuestro parecer. En fin, lo que digo: somos humanos, y, con esa palabra, parece que acogemos cualquier excusa, si bien no deberíamos abusar. La conformidad y el gusto con lo que tenemos han de ser máximas diarias en torno a las cuales nos debemos mover. Debemos ser un poco más sinceros. La suerte está más de nuestra parte de lo que captamos, pero insistimos en respondernos de manera contraria y en vivir contrariados. La vida no es un juego, al menos no siempre, y por eso nos equivocamos. El día que perdemos por nuestras miserias queda perdido en algún lugar que no volveremos a disfrutar. Experimentamos una disfunción tal que es casi mejor no pensarlo. Por esto que digo, yo te veo a ti distinta, como más sincera, conmigo, contigo misma, con tu entorno. ¡Eres grande!: es ésta una frase que a ti te gusta repetir, pero que en tu figura y en tu talante adquiere una más fresca dimensión. Aprendo mucho de lo que me cuentas, y mucho más de lo que me brindas con tus comportamientos, con tus nítidos ejemplos al obrar ante las más dispares situaciones. Además, tu naturalidad, tu sabia maestría, me llega con dulzura, y el aprendizaje es tranquilo, sopesado, lento, calando a gran profundidad. No sé si te merezco, cosa que me pregunto de cuando en cuando, pero sí reconozco la fortuna de tenerte cerca. Todo muestra su razón de ser cuando eres tú quien indica el camino. Eres un pozo de sensaciones, y todas llegan con gracia, con sensata paciencia. Sé que eres alguien que transita anónimamente, que no se te ve, que pasas desapercibida, que no destacas en tu caminar por la calle, que no te miramos mucho cuando ejerces tu trabajo profesional, pero, en todo caso, todo ello subraya aún más tu grandeza de espíritu y como persona. Te amamos por una labor callada que tanto ayuda a tus cercanos. No te digo que sigas así, que sé que lo harás, sino más bien que me sigas acogiendo en tu seno y que me sigas dejando acompañarte en tu caminar. Estás por encima de todo tipo de relaciones, y, en los últimos tiempos, me lo has demostrado con tus consejos no vinculantes, pero que tanto y tanto me han servido. Por estar ahí, ¡gracias, sencillas y sentidas gracias! Eres, amén de un talismán, una referencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario