martes, 17 de junio de 2008

Sombras

Adelantamos el reloj, y nos mentimos en torno al tiempo. Sí, sé que digo una "obviedad", como suele decir un "estirado" amigo mío, un conocido más bien. Nos planteamos el recorrido existencial conforme a parámetros de tiempo, y nos quedamos tan a gusto. Es como si quisiéramos agarrar lo que, por definición, no se puede tocar. En todo caso, podemos disfrutar o padecer el transcurso del tiempo, pero no somos capaces de moldearlo, ni de cambiarlo, ni de utilizarlo en favor nuestro y en detrimento de otros. Las cosas son como son: hay un destino, una meta, una reflexión, un tránsito a partir de un comienzo, unos obstáculos que superamos, unas gentes que conocemos, un amor que va y viene, unos trazos que no terminamos de rellenar... Es la vida, así, sin determinaciones, sin definiciones que nos permitan controlar todo. Intentamos que todo esté en su sitio, que nos encontremos a las personas deseadas a la hora conveniente cada día, que nos topemos con los resultados apetecidos en el instante preciso, que todo vaya sobre ruedas mientras vemos crecer y envejecer a los nuestros y a nosotros mismos. Sin embargo, la realidad altera el ritmo y se rebela contra el estado de cosas anhelado. Mientras soportamos esa fuerza, ese choque entre el sentir y el vivir, continúa la guerra, y nos desayunamos con otros 50 muertos en otro ataque a un mercado. Al tiempo, 12.000 soldados son enviados a un destino tan terrible como incierto. Entretanto, las sonrisas inocentes permanecen hospitalizadas con cicatrices e invitaciones al desastre. Si cambiamos el tercio y el lugar, un pirata aéreo secuestra un avión con 203 personas a bordo, y luego se lo toma con calma para que le aprese la policía. El desánimo se acelera cuando nos cuentan que hay homicidios en más partes que tiene el mundo, y vivimos de homenajes y de premios como si no ocurriera nada para preocuparnos. Invertimos en locura y en riesgos, y nos asaltan dudas cada día que amanece. Las energías alternativas son dejadas en un segundo plano y nos avergonzamos destruyendo el medio ambiente, que ya no es ni medio ni nada. Los malos tratos también cosechan más destrucción y más muerte, y tengo miedo, mucho miedo con esta falta de formación que nos rodea. Nos tapamos la cara, la cabeza, el cuerpo, y nos cubrimos ante la ignominia que hemos generado. Es un largo momento sombrío para el mundo, y, lo que es peor, el mundo no reacciona. Vendemos hambre, destrucción, enfermedades, in-solidaridad, gritos, y nos faltan regalos, sabores a fresa, música, sonrisas de niños... Puede que esto dé una vuelta, y se nos aparten las sombras. Ya veremos.

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