martes, 17 de junio de 2008

Ambigüedad

Me dicen gentes que me conocen y que, últimamente, me siguen en este punto de encuentro, en este mundo virtual, que peco de una cierta "ambigüedad", que no ofrezco un camino definido, que no digo exactamente dónde estoy, ni expreso con claridad meridiana lo que pienso. No sé en realidad si esto es así. Recuerdo que, cuando estaba en la Facultad de Ciencias de la Información, un profesor muy querido gustaba de llamarme "gallego" por esa afición mía a no "comprometerme" con líneas de pensamiento muy concretas. También me comparaba con José de Arimatea por mi deseo de permanecer siempre en un segundo plano. Ciertamente, no estimo que haya cambiado mucho desde entonces. Supongo que no creo que exista una verdad absoluta: todo es relativo, siempre y cuando no cometamos excesos en los planteamientos, en los desarrollos y en los desenlaces, que dirían los griegos, por lo menos los griegos clásicos. Además, huyo de las clasificaciones. Desde que naces, todo el mundo quiere saber si estás aquí o allí, si estás a favor o en contra de esto o de lo otro, si eres del Real Madrid, del Real Murcia o del Barcelona, si te manifiestas o si callas ante realidades más o menos absurdas, si vas o vienes ante los pronósticos o afirmaciones de algunas cosas... Tratan de encasillarte, de ver si te encuentras con una alianza u otra, si actúas en solitario o en coalición, si tienes fuerza o si te vales del silencio. No sé si tiene que ver todo ello con el pavor que experimenta la mayoría a la libertad, sobre todo a la libertad de pensamiento, ya sea en el ámbito propio o en el ajeno o en el colectivo. La Constitución española consagra la inocencia de todos ante cualquier acusación, así como la posibilidad del libre pensamiento, la libertad de expresión y un buen número de libertades que, si ahora las enumeráramos, pensaríamos que hablamos de entelequias o bien de utopías. Uno no tiene que defenderse de nada, uno no tiene que alinearse con nadie, aunque debe formar parte y sentirse parte de un todo (la "Humanidad"). La persona, el ser pensante, está por encima de formalismos, de pensamientos únicos o de ideas que son víctimas de tendencias que tocan el oligopolio. No parece que lo entendamos así. Por eso nos preocupa si uno es de derechas o de izquierdas, o de centro, o de un color, o de mil, o si es macho, o hembra, o todo lo contrario, o si ejerce de marinero, o de campesino, o de patrono, o de empresario, o si es sensible, o guerrero, o lo que sea... Lo que nos debería preocupar es saber si una persona es educada, si es respetuosa, si es querida, si es persona de verdad. Lo demás es secundario, aunque nos empeñemos en vivir de otro modo. En fin, que de nuevo, a lo mejor, no he dicho nada. Con un poco de suerte nos entenderemos.

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