martes, 17 de junio de 2008
Una maldición
Me duele la cabeza. La situación es insoportable, nos decimos, pero seguimos como si todo tuviera un sentido en un universo de compromisos alejados de la paz. Hay muchos cadáveres de cara al triunfo final. Se equivocan los profesionales del conflicto, y nos metemos en un lugar con mucho ruido. Hay precipitación, y, como consecuencia de ella, conmoción. Catherine Deneuve afirma que "hoy no me sentiría feliz de ser española". Puede que no, puede que tenga sus razones para ello, pero lo cierto es que, el nuestro, es un fracaso global. No entiendo que ningún ser humano se sienta dichoso con el estado de cosas que nos rodea. El concepto de mundo como "casa de todos" no admite escapatorias interesadas. El escenario es común, aunque lo veamos un "pelín" distante. La fuerza se ha convertido en el instrumento favorito de poder de los que más mandan, y así nos va. Hemos pasado por mucho mal y por tantos sitios que es difícil que pensemos que el mal es un hecho aislado, venga de donde venga. Hemos proyectado demasiadas imágenes estereotipadas, y ahora nos sentimos perseguidos por nuestro propio error. La culpa tiene pocos padres, se indica. El infierno del olvido nos colma de sensaciones de Academia. Intento renovar el aire, pero no puedo, no soy capaz. El frescor del amanecer ya viene intoxicado. La sociedad está descompuesta por plagas, epidemias y heridas de todo género. Las garras de la maldición nos tocan la fama y el dinero, y nos convierten en auténticas presas del suspiro y de la afición a la permanencia. Exigimos, más bien necesitamos, cambios, unas mejoras sustanciales en nuestras vidas, y nos planteamos el destierro del fanatismo que, parafraseando a Mario Vargas Llosa, nos aparta de la utopía. El odio cesa con el amor, leo en alguna parte, y es verdad, como todos sabemos. Nada está en su sitio. Crece el riesgo y nos alejamos de la cuna que es guerra en tiempos de mercado. Me encanta recordar mi niñez, por tranquilidad, por falta de trasiego, por ausencias de vanas verdades. La actualidad es una refriega diaria. La presencia nos golpea con vómitos monetarios que nos decantan hacia informes semestrales. Somos seres violados y violentados por una coyuntura siniestra. No damos respiro a nuestros cuerpos, y por eso señalo y reafirmo que me duele todo, hasta la cabeza. Es una maldición.
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