lunes, 23 de junio de 2008
Dos más, dos menos
Marchabais a toda velocidad. Teníais prisa, y, sin saberlo, mirabais al vacío. Vuestro planteamiento de locura, de demencia transitoria, si se quiere, era similar al de otros jóvenes: fin de semana, diversión, música, alcohol, falta de sueño, sensaciones a raudales, fugacidad en las localizaciones, imprecisiones psicológicas... Estabais demacrados antes de tiempo. No quedaba espacio en el mundo para vosotros. Se os hacía corto, pequeño, sin remate, sin objetivos, sin alicientes suficientes, y sin una misión que compartir. No digo yo que uno no deba esperar el sábado para pasarlo bien. Uno merece el descanso y el ocio, pero considero que no debe afrontar la diversión a cualquier precio. Tratamos a menudo de capturar la felicidad, y ésta se nos huye sin abundar en un tratamiento pausado. No hay plazos ni ratios definidos cuando nos referimos a la paz interior. Uno puede pasarse años reflexionando sobre ella y quedarse como un “bautizado” que no entiende la motivación de esta ceremonia. Las horas, como los días, como los años, pasan trepidantemente, y no hay manera de detenerse. Envejecemos y nos resignamos, pero callamos tal aceptación. Entiendo que erais muy jóvenes para tomar en consideración lo que aquí digo. Ello no me quita la razón. Estallabais cada fin de semana. Erais bombas de relojería no dispuestas a la desactivación. La premura os podía. Erais vuestro principal obstáculo para la supervivencia. Queríais respeto blandiendo la amenaza del sufrimiento de vuestros padres, que os veían marchar durante noches enteras con el despropósito de vivir más y más deprisa. Había peligro, y ahora se ha confirmado. La parca os ha capturado. Os habéis quedado en una oscura, fría y amenazante cuneta que nos ha descentrado a los demás. Sois dos más en la estadística, y mi pregunta ya no contestable es: "¿dónde está la victoria?”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario