En un puro fingimiento

Me invento la realidad con una intención manifiesta de reconocer que me amas, cuando sé que no es así. No siempre uno está donde quiere y con quien quiere. Las mansedumbres son malas maestras y tienen malas artes. Me esfumo para no ver aquello que no me conviene. Asisto con interés a una obra que ejemplifica lo que soy, lo que entiendo, lo que me pasa. Me distraigo. Aprieto fuerte los dientes para resistir este eterno combate que repite la repesca. La distancia en la que me muevo atenta contra mi propio yo, que se siente solo. Tengo una cita, y ardo en deseos por entregarme, y ya sé que no ocurrirá. Me disparas con tus dardos llenos de ignorancia. Transcurre una jornada, y otra y otra. No aspiro a tu bruma, a tu ser, a tu fuerza interior. Me gustaría que fueras mi alternativa, mi gran alternativa, y, sin embargo, no es ni será de este modo. Me arrasas. La coyuntura no es favorable. Me conmueves sin mirarme tan siquiera. Me aseguras un respaldo que no se produce. Soy muy dependiente de ti, y así me va. La radicalidad de tu aspereza me ha nublado la mente, y no observo una iniciativa de paz entre nosotros. Me olvidas: te consiento demasiado. Me confundes. Soy una víctima de un anhelo imposible que he buscado a sabiendas. Estiras mis emociones y me hieres de gravedad sin que pueda tener cura. Me atacas, y no hay relativa calma. Me envuelves en unas llamas que devoran mis entrañas. Has ocupado mis intenciones y suspiro sin poseerte, sin que tú te apoderes de mí. Te pienso, y me encumbro al monte de la pasión para dialogar con tu ternura. Eres mi parte con todo, mi todo sin partes, pero no tengo correspondencia. Eres contraria a mí: has declarado otras preferencias, y no me sirven las advertencias de los amigos, que me dicen lo que hay, que ya lo sé, sí. Soy confeso de un error, y me extradito hacia la soledad más intransigente. Me subo al vehículo sin distintivo y me pierdo en un horizonte que, de nuevo, te hurtará. Seguiré evadido, en otra realidad, en un puro “fingimiento”.