lunes, 23 de junio de 2008
No hagas daño
Tienes prisa: corres demasiado. Te falta tiempo, según me confiesas. Pones en marcha toda una serie de mecanismos de defensa en favor de tus intereses egoistas. Te crees el centro del mundo, y, aunque para mí lo eres, estás superando lo razonable. Vives en medio de impactos que te hieren, y por eso no te sientes en paz contigo misma. Te despistas. Quieres aprender todo en un momento, algo que no es posible. Las consecuencias de esta actitud te convierten en una desconocida. Te retienes tú sola. Colisionas con tus propias metas, que no se dejan hacer realidad fácilmente con esta persecución sin límites. Debates y te debates en una tensión permanente. Te presentas con decisiones tomadas, e intentas que los demás te veamos con un talante de consenso. Apruebas los actos y los plazos utilizando la cabeza, y te equivocas. Las advertencias y los consejos de tus conocidos y "amigos" las consideras un choque y hasta una amenaza. Las medidas adicionales no funcionan tampoco. "Para ver y entender hay que querer", me digo. No te promocionas. Buscas el éxito total. No te niego que las palabras son esenciales, pero tú caes en las redes de los "aduladores", que se aprovechan de esta "debilidad". Las ofertas te parecen atractivas, pero no olvides que nadie regala nada. Te mueves en lo superficial, en lo material, y acabarás sola. Los trazos que veo desde fuera me parecen muy sombríos. Cuando haces cálculos adviertes que no salen las cuentas. El beneficio inmediato sale caro a largo plazo. Te desplazas con la firmeza de unos objetivos aparentes, pero sin garra interior, y así no saldrás adelante. Ahora señalas que no te importa nada. El futuro, por desgracia, no será así. No soy tu maestro, ni aspiro a serlo. Solo te pido que no hagas daño a nadie, que no me lo hagas. Todos tenemos tantos derechos como tú.
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