martes, 17 de junio de 2008
Esfuerzo para nada
Me dice una amiga que cuando alguien le ha defraudado siempre se repite lo mismo: " No ha fallado él. He sido yo quien ha pensado que se trataba de un amigo, y me he equivocado, pero me he equivocado yo, y no la otra persona". Es una cuestión de perspectivas, claro. La vida está llena de buenos y de malos. No es fácil discernir entre ellos: hay tanta hipocresía, tanto cinismo, tanta historia revuelta que el detectar a unos de otros es una tarea harto complicada. La vida nos trae demasiadas frustraciones para seguir en este combate de miserias compartidas por anónimos fines. Pese a todo, tenemos que hacerlo. Los sabores de la vida se reparten entre azúcares y sales. Unas veces las cosas salen bien, y otras no tanto. Así es. Las relaciones humanas, aunque pudieran ser sencillas, se apoyan en palancas de conflicto, de pugnas, de incertidumbres, de proclamaciones discriminatorias y de objetivos no completos para todos. La suerte, la mala suerte, en forma de infortunio por tonterías, está más que caída, y así estamos. No pido grandes cosas, y prosigo con el insano interés de una mutación de ánimos. Sin energía no se llega a ninguna parte. La fuerza nos viene de los propios compañeros, de los amigos, de los conocidos, y, ante todo, de la familia, de esos incondicionales que nos quieren hasta rotos. Somos lo que somos: débiles, frágiles, inconsistentes, incoherentes, unos "tuercebotas" del quince. A menudo me siento cansado de que todo cueste tanto. Hay un tremendo trabajo en algunas relaciones complejas que luego, para colmo, no trasciende. El tormento y los obstáculos que imprimimos a las actuaciones más variopintas no son cuantificables. El odio, el egoísmo, la envidia, las inexplicables posturas de enfrentamiento, las pérdidas de tiempo sin razones aparentes y un sinfín de faltas a la lealtad, a la independencia y a la libertad de los otros nos conducen por vericuetos de sufrimiento y de ralentización que pasan su amarga factura. Todo cuesta mucho esfuerzo, y, además, con el transcurrir del tiempo vemos que esa faena es para nada. Así estamos.
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