Roto

Me siento agrietado. Hoy el desván con sus horrores ha bajado, y no ha dejado títere con cabeza. Lamento, sobre todo por mí, el volver a estar de esta guisa. La voluntad se ha desvanecido, y apenas nos ha entregado con un punto de esperanza para aguantar un poco más o un poco menos. Las invenciones han quedado en un lugar de sombras que apagan lo mucho o lo poco que hay en cada esquina. No elaboro nada, hoy no. Las carencias han debilitado el ya punto débil, y nos mostramos asqueados por un punto de retorno ambiguo y callado. No hablamos. Las experiencias nos han lastimado con invenciones de género y de número irreal. No entendemos nada. En esta jornada volvemos a las andadas, y, mientras tomamos una bocanada de aire, nos exprimimos los sesos para no captar lo que ocurre, que es mucho y poco casi al tiempo. No estamos en este esquema de resquicios que nos involucran en matices superfluos como la propia existencia. No asentamos los actos que merecen la pena, y penamos en este deambular que recorre como el viento del desierto cada poro de una historia no escrita. Los juegos ofrecen vanos resultados que nos liberan para introducirnos en un mundo de Alicia pero sin ella. Caminamos, corremos, nos desesperamos en la larga travesía de un universo de distingos y de apariencias poco nobles. No estamos listos para el combate, que es lo que no se divisa. Superamos un bache, otro, miles de baches, y nos asustamos en el trance que nos lleva al molino sin movimiento, sin energía, sin versiones autóctonas. No hay maravillas esperando. Hoy, amiga, observo tu foto, esa imagen que se reproduce en mi mente, que no acata el destino de las cosas. Tuve que decirte que no, porque tú ya lo habías hecho, y ahora permanezco en la cueva de la memoria que no admite que las cosas sean de este tono. Miento. La continuidad pende de un hilo de oro que ya está quebrado, como la flor de la adolescencia, que otros se llevaron. Estoy roto, diezmado, desmenuzado, sin instrumentos de defensa. Mañana será otro día.