Todo para mí

Te envío flores para el “encuentro” de siempre, para descubrirte, para tocar el premio de una vida que se ha ahorrado muchas aceptaciones. Te he asegurado mi amor, y creo que eso no ha sido bueno. Nos hemos sumado a sensaciones maravillosas que han añadido el “turbo” a la excusa que nubla el pago que no hemos pedido. Nos hemos conformado con bolsas queridas que nos hacen viajar hacia triunfos que nos abrazarán con corazones que son calefactores. No quiero fingir. Somos suaves y sedosos como los muñecos de la infancia, que nos saludan desde las elucubraciones más sinceras. Confío en ti como amiga, con compromiso, con solidaridad, con gracias que hacen posible las obras más sociales. Pienso en tus millones de caricias, que se tocan en alguna parte con las narices de la nostalgia. Eres todo lo que quiero ver. Hemos buscado un apoyo psicológico que aprende desde el misterio. Gritamos de pura alegría. Acusamos en lo posible, en lo materialmente visible. No estamos locos, y, si lo estamos, envidiarán nuestra demencia sutil que nos lleva al máximo control de un volumen de sentidos con resortes de coquetería. Me has convertido en un ser alegre. Eres. Llevo años intentando dar con alguien como tú. Has acertado de lleno, o quizá lo he hecho yo. Hemos jugado un partido que habíamos adivinado desde hace mucho tiempo. Pido perdón. Eres una “genio”. Te digo como me llamo, y lames mi nombre con una inyección vital que sabe el resultado exacto. Mi código dócil eres tú: me identifico con tus presentimientos, que son “llevaderas aclamaciones” que dignifican al ser humano. Has quemado la madera vieja, y me has hablado como a un amigo. Presto toda la atención posible. Creo en ti. No sé lo que está pasando, pero soy yo: estoy más vivo que nunca con tu almacén de saludos irrepetibles. Te has apoderado de mi cuerpo, de mi “espacio”, de lo que significo, y me subo al carrusel de las apariencias que entran sin conflicto. Eres mi acción y mi personaje: eres todo para mí.