viernes, 29 de agosto de 2008

Bendiciones desaparecidas

Hoy será la última vez, y por eso lloro. Sufro de gozo y de pena por una marchita flor que hoy renace. Lo hace por unos instantes, esos que ya no recuerdo, que no puedo disimular. El dolor me parte en millones de trozos de carne devorada por esa pasión que hoy, mi amor, es más efímera, más estrecha que nunca. Ya no somos aliados de la noche.

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Me provocas con esta agonía que es placer inerte como la piedra que nos conduce hacia las profundidades de un mar que nos ahoga. No estamos prestos para reaccionar, y nos sentimos muy pesados.

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Sé que te esfuerzas por hallar un estímulo mayor. Entiendo tu desgarro, que me apena y me afea. La conducta nos quita referentes, y ya no soñamos con amar.

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Ahora advierto que se acabó el viaje. Ya no recorro tu interior como ese animal deseoso de conocer cada rincón de una selva apetecible. Se agotaron la energía y esos hados buenos que nos dieron sus bendiciones, ya desaparecidas.

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