No te voy a dar consejos, sobre todo porque yo no los sigo, y, fundamentalmente, porque no convienen ni a ti ni a mí; y lo digo sin reservas.
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Me premias con una mirada, con una sonrisa sin apariencias, y te sigo la estela con una valentía que no soy capaz de reproducir. Me volverás a dar valor.
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Debo contarte muchas cosas. Regresamos a esos momentos en los que todos nos añadimos más. Nos presentamos con valentías que fomentarán la felicidad debida.
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Te debo mucho. Lo sé. Contigo recupero la ilusión menos fugaz.
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