Hemos perdido la fascinación por lo auténtico, por lo menos superficial, por lo que merece la pena. Hemos superado algunos envites, y ahora estamos con crecientes divisiones sin títulos personales que nos abocan al mal.
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No me has pillado en el mejor momento. Sabes que no podemos. Pido los mismos derechos que los demás, pero has decidido no dármelos, y siento mucho miedo por ello, por mí.
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Me consientes algunas directrices que me llenan de orgullo con unos pasatiempos que me provocan más y más deseos de concordia sin hacer daño a nadie.
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Nos condenamos entre avaricias de rancias personas de orgullo que nos alejan de otras épocas ya extinguidas.
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