Sueño con todos tus actos, con cualquier movimiento tuyo. Pienso dónde estás, cómo, qué dirás, y lamento cada instante que no estoy contigo. ¡Viva tu incondicional paso!
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Te llamo desde este lado de la elucubración, que enciende la llama que no quiere apagarse de ningún modo. Reclamo tu presencia.
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Asisto a cada instante de tu pasión erguida. Me incluyo en tus sensaciones más sinceras, en tus devaneos más relajados, en tus pretensiones, que miméticamente hago mías.
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La llama se ha convertido en mi sufragio convenido por y para ti. No voy a cambiar de opinión, y debes saberlo.
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