Nos lanzamos a una petición inquieta que nos quiebra un tanto el ánimo, pero de la que saldremos con arrojo y tesón.
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Olvidamos hacia dónde vamos, y nos maravillamos de las gracias rellenas de amor que nos hacen vivir divinamente.
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Estamos preparados para la paz enriquecida de pensamientos gratos. Nos rodeamos con brazos enormemente supremos que transmiten mucho cariño.
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Visitamos esa cueva donde escondimos el gran amor de nuestra vida: ahora lo vamos a disfrutar. No reservaremos nada para mañana. Hemos aprendido la lección.
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