No lo merezco, pero necesito que me mimes, que me arregles el cuerpo con insinuaciones de todo tipo. Me quedo embobado contigo, con tu fortaleza, con esas soluciones que traes bajo el brazo con cariño y con naturalidad.
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No te veo, pero intuyo que estás ahí, en alguna parte, zafándote de peligros y encarando la vida como sólo tú sabes. Vas bien, y yo contigo.
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Me conmueves con tus palabras, con ese perdón que entroniza las caricias bárbaras con dones preciados y preciosos. Te sigo a la perfección, porque tú me enseñas.
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Besos esos labios que me saben a miel, y me engaño con el futuro que pretendo compartir.
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