Nos despachamos con disgustos que no persiguen más que dolor. Debemos cambiar de tono.
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Hemos preparado una razón y media, y ahora nos topamos con respuestas que no determinan lo que debemos hacer.
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Nos llamamos con unas intenciones que nos influyen con rastros de poder casi entregado.
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Nos hablamos con esas cautelas que nos influyen desde la postura más cuerda. Estamos por la faena.
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