Abro mi vida a ti y aguanto lo que puedo. No soy un incapaz, aunque lo parezca. Te he tolerado tanto que ni siquiera me conozco. Eres mi ideal, mi perfecta querencia. No voy a buscar nada más.
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Te escribo y te invito a ser con una fórmula de querencia suprema. Ya estamos listos para ser los mejores desde la sencillez de un amor que hemos configurado sin pena. Nos llamamos y nos evitamos muchos lamentos.
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Escribo tu nombre con sonidos de poder. Estamos listos para ser lo ideal. Escribimos y nos contamos que todo tiene un sentido; y, verdaderamente, lo tiene.
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No aparecemos, ni somos, ni podemos, ni nos configuramos en tiempo y en forma. Escapo de tus garras, y ya me considero a tu alcance. Así es.
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