Te has acordado
de emplearte a fondo
con la voluntad
que no es memoria,
con la sencillez
de quienes miran
y contemplan la luz
del rostro de la bailadora
que surte todo tipo
de efectos.
Cantamos
como si lo hubiéramos
hecho bien
todos los días
de nuestras vidas,
y de otras más.
Te consuelas
en la larga espera
que se confunde
con el compás
de una querencia
que establece
sus propios cánones.
Ganamos en ese retorno
sin experiencia.
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