Hieres mi sensibilidad, y no te importa. Denostas mis importancias, mis intereses, aquello en lo que creo, y me dejas como un desventurado a la espera de un milagro que no surtirá sus efectos curativos. Rompes mi moral y destrozas mi físico: te es indiferente. Ya no sé qué decirte para que frenes esa actitud diezmadora.
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Repasamos lo que tenemos, y vemos que no es tanto. No debemos enumerar cuestiones materiales sino intelectuales y espirituales. Llegaremos donde deseamos si tenemos propósito de enmienda. Sé que nos queremos lo suficiente, pero no lo demostramos como deberíamos.
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Recibo tus dones y no cuestiono lo que te quiero. Supongo que tú tampoco.
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