Nos hemos de divertir con todo lo que hagamos. No vivamos en la distracción o en la atracción profunda y repetida. Nos hemos de manifestar con aspectos livianos que nos inviten a tomar esa taza de un té querido y único. Nos debemos alentar a vivir en la paz de esas alturas con las que consumir los mejores momentos.
Las versiones evolutivas nos pueden amparar ante las desganas que se puedan repetir. No asumamos los elementos que esterilizan lo que no parece comprenderse. Los complementos vienen de vicisitudes amortizadas en la espera e incluso un poco después.
No paremos la máquina. Todos los días hemos de andar parte del camino asumiendo que las composturas nos han de procurar aceleraciones dispares. Nos debemos al mundo que nos regala presencias con sus devaneos más variopintos.
Las comprensiones son siempre relativas. Con ellas hemos de amortizar los pasatiempos de otras horas que consideramos muy nuestras. Todo pasó. Demos la bienvenida a los quehaceres que nos atañen, y digamos que podemos con ese afán totalizador que nos insiste con sus brumas y voluntades. Los cambios nos alivian con sus querencias destacadas.
Procuremos que cada jornada sea, cuando menos, un asomo de feria, de jovialidad, donde hasta lo más sacrificado tenga su lado amable. Si hilamos bien, si nos convencemos con la oportuna comunicación interior de ello, daremos con una clave básica para la felicidad, que es lo que todo ser humano persigue. Parece que es nada.
Juan TOMÁS FRUTOS.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario