Te convenzo de un deseo haciéndolo mío, demostrando que es bueno para los dos, para todos, en la voluntad de llevarlo y de traerlo. No paremos ese reloj que tanto nos conviene. No hemos de determinar las apariencias con engaños sino con búsquedas de verdades, en las que hemos de ver lo mejor de cada cual.
Asumamos los riesgos con los fines más determinantes. No apaguemos los fuegos. Nos hemos dado una razón que son dos con los objetivos más preclaros. Nos hemos de determinar con los toques mágicos. No lloremos por el pasado, salvo para atajar sus males a modo de catarsis.
Pensemos en las soluciones a los elementos que hasta ahora nos han podido con sus cimientos más o menos consolidados. Nos derretimos con las suspicacias que no han de adquirir más impresiones de las hermosamente necesarias. Ganemos ante los lenguajes de ciertas derrotas, que no han de superar nuestros ánimos.
Pidamos sin miedo para que las cuestiones vayan fraguando y permitiendo el desarrollo de los ejes humanos, que son garantía de lo que podemos ser y tener. Las medidas han de valer para todos. La persuasión será, debe, justa, sin menoscabar las raíces de nadie.
Conservemos los antídotos frente al dolor, ante las desvencijadas caricias de quienes no asumieron las transformaciones individuales y colectivas. La sociedad cambia, como el ser humano, como todo. Se trata de amoldarnos desde la consideración más singularmente sincera. Ganemos sin esperar mucho. La comunicación será, es ya, la palanca.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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