Nos bañamos en esas emociones que nos distinguen con el paso de un tiempo que ya no parece reconocible.
Nos tomamos ese período que ya no es nuestro, y nos dejamos asombrar por las impaciencias de los que viven en un impacto reiterado.
Nos debemos dar esos espacios que nos prefieren con sus cautelas y delicadezas, de las que aprenderemos todos los días, o deberemos.
No pongamos elementos que nos hagan vivir en la discordia. Hemos de procurar que las cuestiones salgan adelante con ese bienestar que nos previene con sus adecuadas posturas de paz y de amor.
Nos debemos a quienes nos envuelven con sus mantas embriagadoras, mientras nos subimos a las carretas de las ilusiones de la infancia, que recordamos como si fueran ayer mismo.
Vivamos la fascinación de los procesos comunicativos y compartamos la alegría de conocer y de dar a conocer errores y aciertos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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