En recuerdo de Julio Navarro Carbonell
La difícil despedida
“No es fácil decir adiós”, escuchamos (y vemos) en una intensa y cercana escena de ¿Conoces a Joe Black?
No es sencillo que nos despidamos de los seres queridos, de las personas que nos han enseñado buena parte del camino desde la libertad y los buenos anhelos.
Todo se complica cuando hablamos de sentimientos, de ausencias, de posibilidades, de atenciones, de gustos y aromas de la infancia, de cómo hemos ido creciendo juntos.
Poner verbo a un adiós es tremendamente duro, sobre todo cuando es un adiós que consideramos definitivo en la dimensión conocida. Nuestra inmortalidad tendrá otro aspecto al otro lado de la Laguna Estigia.
Veo, en un nuevo trance de separación, a seres que se amaron y se aman rotos por la ausencia, por la impronta de una marcha sin explicaciones cuando se disuelve, la vida, en los años, en la despedida que es la muerte. Los corazones quedan tocados en el fondo, en las formas, llorando, experimentando el valor del vacío y un sentimiento para el que nunca podemos estar preparados. No lo estamos.
Elegir palabras, como el hecho mismo del adiós, no es fácil. Sólo añadiré, querido Julio, queridos Julios, que la muerte no es el final, que la vida nos ha sonreído, que os doy las gracias por lo que me seguís enseñando, que os quiero y que, al que se va y al que se queda, les ofrezco mis oraciones y todo mi afecto. Eso solo para empezar.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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