Comuniquemos todos los días sobre lo que hacemos, con nosotros mismos, con los que nos quieren, con quienes nos conocen, con todos los que tienen que ver con lo que somos. Es preciso saber su opinión sobre lo que realizamos, fundamentalmente cuando se trate de rutinas, que suelen necesitar revisiones periódicas.
Acatemos las voluntades de quienes nos aman desde el propósito de que estamos para servir, no en el sentido de obligación, sino de la satisfacción que procura tal menester.
Refresquemos los buenos objetivos que tenemos encomendados, por nosotros y por los demás. No permanezcamos impasibles ante lo que nos regula la vida. Hemos de participar de ella con opiniones y, si es posible, con intervenciones más o menos personales.
No nos impacientemos, y demos con los sonidos que nos permitan aglutinar los empeños y quehaceres de nuestros convecinos. Sin ellos somos nada. No desplacemos a nadie, pues todos tienen, tenemos, una verdad determinada, que se ha consensuar. Establezcamos una comunicación permanente y aboguemos de veras por ella.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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