El deseo interior debe salir a flote antes de que se extinga. Todo tiene su tiempo, su duración, y no hemos de jugar con oportunidades que, muchas veces, son irrepetibles. Superemos las dudas con actividades cercanas y permanentes.
Tomemos en consideración los buenos consejos, que pululan por ahí con más frecuencia de la que captamos. Hemos de aliviar las penas con ópticas un poco diferentes. Las aplicaciones de remedios suponen unas actividades con las que podremos crecer en las diarias construcciones de las realidades que nos salpican con sus actividades más hermosas.
Hemos de añadir a todo lo que nos acontece una ilusión, o dos, en el afán de poder suscitar los mejores y más lindos propósitos. Hemos de aguar la fiesta (en el sentido de refrescar) con una trayectoria sugerente. No deben faltar las buenas caricias.
Las terminaciones nos deben implicar en las divergencias más experimentadas. Hablemos de amor, de honor, de sencillez, de conocimiento, de ayudarnos a seguir adelante con el fin de juntar y de poder en la bondad misma, con ella, procurando disponer de la verdad como mejor quehacer.
De todo podemos rescatar algo: hay emociones que nos valen, intereses, posibilidades, querencias, simpatías, actividades, sentimientos, conocimientos, inteligencias, apetencias, singularidades, especificidades, ánimos, contrastes, secuencias nobles, y otras que no lo son tanto...
Demos con las soluciones antes de aproximar los problemas. Las enterezas de otros años nos imprimen un carácter con el que hemos de aumentar la felicidad a la que, indudablemente, tenemos derecho. Por ello, comunicativamente, hemos de pugnar.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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