Ultimas detalles
para este entendimiento
precedido por fandangos
de alegría celestial.
Producimos elevados detalles
de unas ideas
que no han de pertenecernos.
Nos juramos
con versos antiguos
cada día más vigentes.
Nos empañan la vida,
o lo intentan,
mientras nos recordamos
con advertencias
de probadas estimaciones
con movimientos de manos
y de dedos que señalan
con sigilo sepulcral
la escenificación de un amor soñado.
Ponemos el mantel del deseo
y gastamos las energías
con unos cantes
que hunden sus raíces
en lo asombroso.
Nos integramos otra vez
en la misma carne,
con la piel más idéntica del mundo,
y seguimos con cambios
que nos ubican donde es menester.
Especificamos lo que nos amamos
mientras conseguimos
mucha más renovación
con un pañuelo mojado
por el sudor de la pasión.
Nos damos cantes
que nos retiran
de la prohibición del silencio.
El taconeo marca el ritmo
de lo que está por hacer.
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