Me has vencido. No puedo más. Sigo la estela que a nadie importa.
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Me quedo perplejo, sin ánimo, casi paralizado, y te pregunto quién soy. Lo dudo todo.
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Me impartes una doctrina que dispara casi a matar. No entiendo lo que sucede, y puede que no sea nada. Protesto.
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Me dedico a una disciplina que resiste sin caer en la cuenta precisa; y me digo que nada volverá ser lo de antes.
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Enciendes la llama, me animas, y me dejas solo entre torturas de soledad. Esto es un sí medio convertido en no.
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