Hemos pensado en el arte,
le hemos puesto denominación
que confluye en el cariño
que nos tenemos,
y nos pedimos cautela
ante el amor que explayamos
con unas voces que resuenan
con sorprendentes facturas.
Hemos parado.
Nos contamos qué hacer
mientras avanzamos
lo que narramos
con unas impresionantes querencias
que resumen todo
lo que consideramos nuestro.
El tic tac del reloj
nos sorprende con un tiempo
que nos domina.
Nos dedicamos a vivir
recorridos de superaciones
casi justificadas.
Iremos a ver
lo que ocurre
en un nuevo panorama
que será visión de lo querido.
Reparamos en todo y en nada.
No nos centramos.
Hemos aglutinado empeños
que son frutos de un letargo
destacado en lo general
y en lo específico.
Te deseo lo mejor:
lo sabes bien.
Veo lo que tú,
pero miro un poco más lejos.
Impresiona el arte amatorio
de un baile que revisa
los cantes de ida y vuelta.
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