Juramos
ante una diosa colmada
de arte
mientras cerramos
los ojos
para ver el destino,
que sabe a gloria
en sal.
Cantamos en la soleá
de una puesta de sol
que implica a los tarantos
con sombreros
de un sureste
que sabe a azul
y negra espesura.
Vencemos en la noche
que nos conforma
con cuatro tiempos posibles.
Influimos en la carencia,
en la vuelta y revuelta
de un baile
que nos pone
en compromisos
que iluminan
las costumbres resueltas
a vivir la pasión
de la felicidad.
Iluminamos
con las cuerdas
de una guitarra
una voz quebrada
que abre camino
a los sentimientos,
que afloran
como pocas veces pensamos.
Saltamos
en la inmensidad
de la alegría,
que es tuya por siempre.
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