No me pidas ese amor que me robas cada noche. Mi aureola no te llama, y debes reconocerlo ya. No pasa nada. Mañana emprenderemos un nuevo viaje a ninguna parte, y allí no estarás tú, o no estaré yo.
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No me perdones, que no lo merezco. Te vas y me quedo en un desierto.
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La astucia me ha llevado a perderte para siempre. No quiero saber nada: solo quiero tenerte.
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Me llamas por la mañana, me llamas por la noche, me convences con una nana acompañada por un duende.
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Me comunicas una pasión que me alegra por un instante. Terminas la oración, y veo que es un desastre. Otro te llena la vida, la misma que pierdo yo. No me queda ilusión, pues ya no eres cosa mía.
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