Me ofendes con esa cautela que me prefiere lejos. No te he hecho daño, y lo sabes, al menos no con intención. Has intentado acercarte a mí con unos fines que o bien no he comprendido o circunstancialmente no han cuajado por las razones que sean. No afees el destino con presentimientos erróneos, no te vayas por una palabra silenciada, no me abandones por una pena que no he generado de mala manera. Tú tenías tu vocación, y yo mis premuras. No nos hemos dado lo merecido, y en eso coincido, pero no estoy de acuerdo en tirar todo por el costado. Si lo hacemos, nada habrá existido.
…………
Me veo reflejado en ti, en tus bromas, en tus aspectos serios, en esa formalidad que cosecha más de lo que jamás pude imaginar. Descanso de imprecisiones que ahora me estimulan con camisas rotas en fiestas que se alejan mientras el sinsentido de las prisas me cerca por todas partes. Me incluyo en tus aspectos menos sanos, y recupero el juicio con peticiones de memoria colectiva. Gesticulo ante tus enfados, y no digo lo que debo; y, aún así, debo decir que tienes razón.
…………
Te mando ese beso que tanto soñé. Ya le pongo un rostro.
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