Me entero de repente que estoy en venta, que no valgo nada, que navego sin rumbo, y que ya no eres mi capitana mayor. Has decidido huir sin bajar el pabellón, sin avisar a nadie, dejándome a la deriva y con sensación de navío destrozado. Así es, así estoy. Caigo en la cuenta ahora: debo ser tonto de atar.
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Vivo en el limbo de las victorias que otros cantan. Navego sin rumbo fijo y con una dirección que flojea a más no poder. Lo siento mucho, muchísimo, y me siento callado ante la memoria que es todo menos colectiva. Me fatigo con las historias que proponen sin ver lo que viene. Me figuro que podrá ser, y será en alguna parte con un halo de misterio. No me prodigo en excesos, y experimento con una propia de desgana.
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