Me despejo con tu nombre, mientras escucho lo que me tienes que decir, que me contenta. Sueño en este día que abandona lo caduco y me vuelve perenne. Recurro a ti.
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Concreto lo que pienso y argumento lo que siento, que me hace intuitivo mientras corrijo las intenciones hasta que llego hasta ti. Me autorizo a quererte y suscito reacciones de cariño. Mantengo mis intenciones y te quiero.
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Ya no eres mi quimera: te has convertido en mi máxima realidad y sin ningún género de demagogia. Me rodeas con tus brazos y sonrío ante una idea que me recrea.
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