Te pienso en cada momento, y te digo lo que siento, que es mucho. Sigo una estela que has trazado con versiones de razones inmensas. Iré hasta allí, y te contaré lo que pienso.
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Hemos sido hermanos, y ahora nos plantamos como enemigos de una razón que produce monstruos. Hemos continuado los dictados de un martirio que ya nos puede, que nos gana, que nos propone perder la partida. Así es.
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Claudicamos ante los improperios de un destino universal que nos hace caminar descalzos. Se nos ocurre qué hacer tarde y mal. La pelota está en nuestro tejado.
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Nos convencemos de ataques de cirugía estética, y no parecemos ni la sombra de lo que fuimos. Avanzamos sin tener un plano o una referencia.
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Nos dedicamos a pensar en el futuro y no vemos el presente, que nos hace compartir, o bien nos devora, pero que no nos deja indiferentes y sin fuego. Debemos avivarlo. Damos las gracias y llegamos a todo, eso sí, si queremos.
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