miércoles, 2 de julio de 2008
Caída de un Ángel
Tu vida estaba marcada: lo estaba desde tu niñez. No podías escapar de una “red” que era, y es, demasiado alargada. El pesar te podía, y sufrías mil contradicciones que pagaste con tu sangre. Llegaste a escarmentar, pero muy tarde. Las sombras te devoraron una buena noche cuando no cumplías los 30 años. Es el juego de la existencia humana, y a ti te tocó un gremio complejo. Las tormentas aterrizaron en tus primeros años, con las continuas palizas, con unos padres deshechos, con sus prontas y premonitorias “marchas”. No podías ser tú mismo: las circunstancias impusieron su ley y tú te quedaste en un segundo o tercer lugar. Los compromisos fueron de otros, y nada ni nadie te tuvieron en cuenta. Eras un cero a la izquierda, una persona sin morada. La granada de la maldad te explotó en el centro del cuerpo, y no quedó nada bien parado. No podías superar los golpes con sus millones de contrarias imposibilidades. Trataste de salir de tu esfera, y todo se dispuso con garfios envenenados. Sonreías con y como una especie de huida hacia delante, pero no podía ser, no era. Las fuerzas de arriba y de abajo se aliaron para tumbarte rápido. Sobrellevaste el lance, y sobreviviste como tus fuerzas y tu intelecto te administraron: peor que mejor. Cualquiera entendería que tomaras el lado oculto del pensamiento, de la divinidad, del destino, de las miserias humanas. No te dimos muchas ocasiones, por no decir que apenas tuviste alguna. Los “granujas”eran otros, pero ellos tenían sus coartadas, sus corbatas, sus puestos elevados y difíciles de soslayar. En el barco ocupabas la posición más ínfima, y sin posibilidad de ascenso, de promoción. No querías ser alimentado por otros, pero esos otros te dieron motivos para matarte tú solo de la manera más veloz posible. El billete, en tu caso, únicamente tenía un destino, y no había ni devolución posible, ni salida, ni mejoría que te pudieras echar en el cuerpo. Lo lamento. Me cuentan tu historia, y sollozo en la convicción de la crueldad y del egoísmo humano. No somos capaces de fijarnos en las condiciones de los demás. Cada uno va a lo suyo, y todos vamos a lo nuestro. Esto es como una maldición. La inquietud me viene porque sabemos perfectamente que es evitable. Tu caso no es excepcional. Las calles están plagadas de intrahistorias, de demonios que hemos criado sin que les preguntemos lo que quieren hacer. Están marcados: los hemos señalado; y los hemos maltratado raudamente para que no nos toque a nosotros. Luego decimos que somos "solidarios". Miro a tus ojos de muerto, sin movimiento, hartos de lo absurdo, de la nada. Ya no puedes hablar, ya no eres tú, ya no puedes. Has roto todas las cuerdas con las promesas, y no preguntas ni te quejas más. Ha pasado tu hora, tu momento trascendental, tu instante más duro. Ya no tienes vida en tu corazón, que se ha parado como un reloj. Sospecho que tu agonía la repetirá otro, y después otro, y así sucesivamente. Siempre habrá supuestos débiles ante unos fuertes que recelan y que enseñan a matar para ocultar su fracaso. Tu caída, Ángel sin guarda, es la de todos. ¡Que Dios nos pille confesados!
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