miércoles, 2 de julio de 2008

Caigo otra vez en la cuenta

Hacía tiempo que no me divertía con el juego de palabras de una prosa poética, como yo llamo a estos pequeños y entretenidos trabajos de artesanía medio épica y medio sencilla. A lomos de un caballo negro y desbocado, desapacible, sincero, insensatamente noble, me subo a toda velocidad, y viajo por un “hiper-espacio” que prefiere sacar el lado positivo de las cosas. Hoy te veo, y, sin pensarlo dos veces, sé que estamos en el mismo hemisferio, con los mismos dones, con las sensaciones más complementarias del universo que está por recorrer. Nos sumamos a las caricias no dadas, pero que vendrán, y nos asomamos al exterior para ver unas inmensas ofertas que no empalagan. Hemos entendido la importancia de la paciencia, de hallar un abrigo que nos ponga cara de estúpidos por ser buenos sin méritos. En lo que califico como recurrente coyuntura, ésta es la ola, la onda, el “pan” que sale caliente de un horno moruno: Averiguo que te quiero, que eres importante, que fundamentas la nube en la que vivimos felizmente. Nos elevamos con sensaciones renovadas que suscitan simpatías. Doy vueltas a mis sentimientos y me endulzo con tu recuerdo que entrelazo con mis intenciones, que te escuchan en el silencio de la noche. Me fecundas con tus hilos, con tus entendimientos, con tus deseos y salivas, que adelantan bárbaramente. Nos perdemos de vista unos instantes y nos engatusamos con establecimientos periódicos que superan los meses y los años. Nos enteramos de lo genuino sin dar rodeos. Nos constituimos como una unidad brillante que refuta y firma desde la serenidad. Aparecemos callados, con la conducta menos retorcida, y nos amparamos en menciones que liberan el camino del mal. Nos asesoramos, nos rozamos, y nos electrificamos con penetraciones inconfesables. Nos mandamos recuerdos para hartarnos en la esperanza de un “revuelo” que produce más ganas de vivir. Nos arrancamos las venganzas y los desquites y nos apropiamos de las seguridades que acaparan para destruir las imperdonables torpezas. He valorado mis apreciaciones y me he alejado de las popularidades estúpidas. Tomo nota de ti y redacto la crónica de un amor largamente anunciado. He estropeado muchas cosas, pero no será tu caso, que detendrá la ignorancia. Nos sentamos en los verdes y cómodos asientos de un vagón que nos previene antes de que el frío apriete. He descubierto tu intención y sé que te quiero mucho. Honradamente me superas y noblemente te rindo mi espada cual caballero en los brazos de una dama. He sabido tocar la tecla de la felicidad que me capacita y me saca de un sueño sin fin y con mucho divertimento.

No hay comentarios: