viernes, 11 de julio de 2008

El tiempo en nosotros

Con el paso del tiempo solo quedará lo positivo, solo quedarás tú. Permanecerá el verde de la hierba, el azul del cielo, la conversación de los enamorados, los juegos de los niños, las posiciones de favor, las amistades peligrosamente encantadoras, las fugaces huidas hacia el placer, los viajes inolvidables hacia la cultura, la educación y el aprendizaje continuo, la amistad de los viejos infantes, los desayunos perfectos, la virtud del silencio oportuno y un innumerable desfile de pequeñas anécdotas que perfilarán una cara amable que siempre llevaremos en nuestras alforjas. Cuando todo pase y no estemos en esta dimensión, un río de agua fresca servirá de principio a millones de relaciones perfectas con la naturaleza, como lo fue la nuestra... De ellas aprenderemos para que lo que hemos vivido, en su renacer, sea absolutamente ideal: ahora va en camino hacia ese paraíso de luces embriagadoras. Las hojas del calendario caerán, pero estaremos juntos sin abrigar duda alguna. Seremos hadas y padrinos de unas escenas que repetiremos como si siempre fuese viernes en la noche, o quizá sábado. Plantaremos las frutas y las hortalizas que necesitemos, y no habrá disgustos que triunfen con una cómoda postura. No los dejaremos. El tiempo colocará cada cosa en su sitio, y también nos ubicará a nosotros, que fagocitaremos las dificultades. Seremos positivos, con gracia, con voluntad, con una premisa puesta en su gruta de las maravillas y tesoros. El anillo cerrará un círculo del que no saldremos porque no querremos. Nos sentiremos seguros en la eternidad del amor, que, con carácter relativo, nos coreará con sus efluvios alocados y sedantes. Con el paso del tiempo estaremos bien, donde debemos, en nuestro destino, en el origen. Cuando sea menester, el Dios Cronos emitirá su dictamen, y entonces seremos como la misma persona.

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