Nos contamos muchas cosas, pero no llegamos a un acuerdo. Nos ilusionamos con unas variaciones que nos dictaminan el sentido. Nos ponemos a fingir imágenes que nos responden con inclinaciones que no terminan de definir las cartas, quizá marcadas por otros. Vamos deprisa, y ya sabemos que esa actitud no sirve para nada. Apenas vemos los cambios.
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Recordamos unos números que nos devuelven a las caricias de los que regresaron con los elementos menos adecuados en su lucha por complementaciones que nos adelantarán en esta eterna carrera en la que nos metieron los que tratan de controlarnos. .
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Volvemos a ser algo, y lo gracioso es que somos como antes: nada de nada.
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