jueves, 10 de julio de 2008

Nada es igual

Hoy me llamas, y créeme si te digo que no te reconozco. Ha pasado un largo tiempo, lustros de desencantos, y ese lapsus ha acabado con mi paciencia y mis deseos: ya no te quiero. No puede ser. No entendí tu distanciamiento, tus apatías, tus dislocamientos, esa huida hacia ninguna parte con motivaciones de índole diversa. No te mostraste con interés hacia mí, y ahora vienes como si tal cosa: no acepto el regreso que tiene el agravante de la ignorancia. Debes pensar que soy tonto, o que no recuerdo los desmanes que me has hecho vivir. No había ni objetiva ni subjetivamente ningún motivo, ningún cimiento para esa construcción de un aislamiento que me hizo mucho daño. Ahora estoy inmunizado, y, cuando me siento feliz, vuelves alegremente, casi como si te hubieras marchado ayer a pasar un fin de semana. Has retornado a unos orígenes que no debiste abandonar, y me llamas, y yo te escucho y recuerdo que todo puede ser, pero no será en estos momentos. Ha sido un disparate que me roe el interior y me deja en una cuna medio adormecido y sin ti, aforada mía. Me llamas y me propones una mirada nueva: yo te atiendo amablemente y te digo que pronto nos veremos, aunque por el tono y por algunas de mis palabras sabes positivamente que no será así. Nada es igual. Bye.

No hay comentarios: