jueves, 10 de julio de 2008
Se marchó un Hombre
La vida va entretejiendo una urdidumbre colosal, sin que muchas veces lo sepamos o sin que lo advirtamos de manera manifiesta. Poco a poco nos vamos amarrando a una serie de columnas que constituyen nuestras vértebras, nuestros respiraderos, nuestros puntos de apoyo y de descanso. Nos damos cuenta de la relevancia de los hitos que aprehendemos o que atravesamos justamente cuando pasa el tiempo, cuando superamos las montañas o cuando nos sobreponemos a la rapidez o a la dificultad de las curvas existenciales. El vacío se nota, se palpa, cuando se produce: es una verdad evidente, un tópico a más no poder. A lo largo de nuestro recorrido vital vamos conociendo circunstancias y situaciones que nos hacen crecernos como personas y adquirir un grado de madurez que nos ubica donde siempre hemos deseado. La felicidad tiene mucho que ver con el aprendizaje diario y con la aceptación de aquello que nos rodea, sea mucho o poco, más o menos. Ahora se nos ha ido un Padre, un Hermano, un Hijo, un Sabio, una Biblioteca, un Viajero Infatigable, un Hombre Excepcional, un Buscador del Perdón y de la Verdad, un Maestro que indicaba el camino frente a los fanáticos, un Adorador de los Niños y de los más Jóvenes, un Creador de Sueños, un Querido entre los Queridos... El Papa ya está en brazos de Dios: recemos por Él y prediquemos con su ejemplo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario