viernes, 4 de julio de 2008
Te como a besos
Te beso en el “alma”, corazón, que vuela hacia un infinito que compartes con tu bondad duradera. Me conmueves con tu carácter abierto y dulzón, como de rica miel. Te pegas a mis querencias, que saltan el trance para hacerse con una relación para toda la vida, la que tenemos. Te duermo en mi regazo, y, mientras tanto, yo sueño con un estímulo que pertenece al universo de las reflexiones doradas. Eres mi primor, mi deseo no contenido. Has hecho de mis ideas una sabiduría tierna y desbordante como un volcán que vive entre tus travesuras y curiosidades. Vivimos en un jardín con deliciosas frutas que saben a tus dudas, a tus entretenimientos, a tus inseguridades, a tus esperanzas, a tus confianzas, a la confitura de tus abrazos, que repartes con intuición para no equivocarte. No te muevas de ese orden no escrito de tus cosas, que son melocotón en almíbar para mí, que te sigo como un perrito, como un duende bueno. Reúnes los colores de un arco iris que me invita al desayuno. Me fijo en tus manos, en tus brazos abiertos, en tus amistades sempiternas y sin condiciones. Somos dos en uno, lo único posible y visible. Te has convertido en un cauce de empeños que me conducen por la nostalgia, por el romanticismo y por la infancia. Estos tres elementos terminan en ti, que eres mi apoyo, mi satisfacción plena, mi política de enterezas con comentarios de amor. Te beso en las mejillas, en los labios, en los parpados, en el pelo, en la nariz, en todos los poros de tu piel, que me transmiten su sabor a paraíso. Mi alma, mi niño, abre sus puertas y está contigo. Con la imaginación viajaremos todos los días. Te devoro, mi azúcar, te como a besos.
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