Tomamos el café de la tarde, ese primer café que nos dicta el ritmo en un rincón oscuro que siempre recordaremos.
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Bebemos y besamos, y sentimos la alegría de una situación repetida y repetible. Nos ausentamos de lo malo y nos vamos hacia la verdad.
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Hemos consentido ser, y somos, y nos pedimos la mano de la victoria. Nos haremos el favor de nuestras vidas el día que nos veamos como lo que somos.
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He vivido a tu lado, y a tu lado he sido lo que espero. Nos hemos escuchado como profetas en una tierra que estudia la vuelta hacia la imagen real. Nos daremos la mano.
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