martes, 1 de julio de 2008

Una situación “injusta”

Me escribe una querida amiga, y me dice que está bien, que quizá lleva un verano un tanto perezoso, pero que, en todo caso, está disfrutando de la paz de no hacer nada, o de no hacer mucho, al tiempo que saborea de los excesos de unos rayos de sol que aquí nos sobran a borbotones. Me comenta que se ve como una persona “fuerte”, “muy fuerte”, que aguanta en este país estupendamente (ella es británica). No obstante, me cuenta su última experiencia laboral, que no ha sido todo lo “justa”, según su propia palabra, que debería ser. A mi amiga la contrataron durante Julio y Agosto para impartir seis horas de inglés al día a varios niños. Por “vergüenza”, no me confiesa cuánto le pagaban. Por el tono de sus términos no parece que fuera mucho. El caso es que las seis horas fueron diez o alguna más. Ello estuvo unido al inconveniente de la falta de asistencia a las clases de los chicos y de las chicas, que, obviamente, preferían irse al mar y practicar deportes relacionados con el agua. La carencia de control sobre estos alumnos también la pagó mi querida amiga, el vértice más débil de una relación que, una vez “desbocada”, precisaba de algún tipo de culpables: le tocó a ella. Claro que ella, mi amiga, tenía un sueño español en una noche de verano, y esperaba ir a la playa y todo eso. No era posible, no tenía tiempo, y sufría mucho. En una ocasión decidió fugarse ante la falta de alumnos, también fugados previamente, pero he aquí que la “jefa” (así la llama) detectó su ausencia, y no la de los niños y de las niñas, que, por momentos, quedaron absueltos de sus deberes estudiantiles. En fin, ya saben, ya pueden imaginar: hubo una nueva bronca. La conclusión que obtuvo mi amiga era que se trabajaba mucho y que se ganaba poco, excepto para disgustos, que estaban en un permanente dispositivo. Aparte de infeliz, ella se sentía aburrida. Por ello, pidió el “finiquito” (poca cosa), y buscó la mejor excusa para regresar durante unas semanas a su Inglaterra natal: se trataba de su familia, de las ganas de verla. Ahora, afirma, está mucho mejor, sana y salva en cuanto a su visión moral de la vida. Lo malo es que en esta situación siguen muchas señoritas y señoritos, jóvenes estudiantes ellas y ellos, que son explotados con independencia de su nacionalidad, aunque en esto podríamos hacer muchos matices. Ocurre, le digo, y también os digo, que el ser humano es, aparte de vanidoso y, a menudo, insolidario, un incuestionable amante de aprovecharse de aquellas coyunturas, injustas o no, que le proporciona la vida. Pocas veces pensamos en que la tortilla puede darse la vuelta y alcanzarnos desde su lado más quemado.

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