Amistad y sosiego

Alimento mi ego con tu humor, que me permite engrasar los ejes de una vida que admite sentidos a medias.

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Corriges tu estado para ser más tú mientras dices lo que piensas en la distancia que sufre efectos torpes.

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No te diré dónde estoy. Siento que las cosas estén de este lado. No te diré mucho más. La vida es.

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Te inclinas hacia ese lado que permite hablar de todo y de nada. Siento que las cosas se nos vayan de las manos.

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Pacificamos los sentimientos expresando lo que analizamos. Llevamos dentro de todo. Hemos dicho que estaremos juntos, y lo cumpliremos.

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Te adelantas con ese paso de vértigo que da un poco de miedo. La existencia nos acompleja con resortes estropeados.

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Te diriges al portal de otra existencia con influjos relativos. Te miro, te escucho, y te siento.

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Hemos agotado muchas energías que deberían haber quedado en la reserva. Las prisas nos aconsejan mal.

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Te admiro por lo que me enseñas cada día. Nos hemos impuesto un recorrido un poco más ligero.

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Te imprimes un poco de carácter mientras esperas ese milagro de cada día. La virtud reside en ti.

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Te confundes de extremos. Vienes con la camisa subida por lo que pueda ocurrir. Será lo que desees.

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Los influjos de la Luna se notan entre visiones posibles. No me puedo volver. Los regresos nos eternizan.

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Te diré lo que vales, que vales, que eres, que puedes, y soñarás. Las cosas pueden ir un poco mejor.

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Los disimulos nos llevan por sendas de caricias humildes. No soy capaz de decirte todo lo que pienso.

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Resumiré los anhelos con implementaciones de esos decoros con los que me gustaría transcurrir a tu lado.

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Miramos y vemos, y sufrimos, y queremos, y volvemos a ser esa parte que preconiza la necesidad de tomar el todo.

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No soy el mismo desde que te dejé a un lado. Me preguntas y te respondo con un aire que viene con los pensamientos de la mañana.

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Te has expuesto a ese otro lugar donde la nada era casi todo. No es cuestión de defender la plenitud.

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Te incrustas en mi corazón a una temperatura que no acierto a referir. Nos colapsamos en la larga espera.

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Te aproximas a un cuarto de amor. No tienes más. No necesito más. Tan solo defenderé que sea verdadero.

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Estaremos en esa cuerda que nos quitará la flojedad de una existencia que no se marchitará por mucho que nos expongamos.

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Las cosas salen como salen. No siempre se puede ganar. Hemos acudido a alguna que otra llamada que nos hace vivir bien.

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Nos escoltamos con un poco de gracia. El gracejo es la experiencia vivida en toda regla. No podremos decir mucho, pero sí lo suficiente. El amor es lo que exponemos.

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Nos miramos. Nada es. Nos complementamos hasta en ese silencio que nos devora con el paso del tiempo.

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Cumplimos las nuevas reglas que son anhelos extraordinarios. Nos comunicamos, nos vencemos, nos damos todo.

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Hemos ultimado una serie de actividades que nos han influido con el paso de tres tiempos. No diremos qué es.

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Suponemos que los pasos quedan detrás de una experiencia que nos debe hacer de vigilante eterno del amor.

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Traspasamos fronteras con iniciativas que nos proponen seguir en ese otro juego de sustitutos perfectos.

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Tenemos de todo y de nada con la comunicación más que ideal. No podemos cubrir algunas experiencias.

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Culpamos al tiempo de lo que hacemos y de lo que no. No nos debemos amparar en decisiones de otros teniendo las nuestras.

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Nos convencemos de que el amor nos aclarará las cosas en el momento oportuno. No debemos vulnerar los espacios verdes.

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Nos hablamos con un deseo nada superficial. Nos ponemos a hablar de nuestras cosas, y somos en esa experiencia sencilla.

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Nos dejamos asesorar en misiones que haremos posibles. Nos asustamos. Hemos dicho que la voluntad será un alivio.

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Nos damos esa disposición que colaborará en la solución de cualquier problema. Hablamos de una gran verdad.

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Mostramos prevención ante algunos hechos que nos rodean con sus estampas nada gratuitas. Nos solventaremos las dudas.

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Agrandamos el futuro en un nuevo trecho que nos pone en un camino deseable. Iré a verte cuando quieras.

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Juzgamos ausencias que se deben a nuestras propias omisiones. No ocultamos el deseo de amarnos de verdad.

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Reclutamos los elementos de un espacio que nos sirve de guarida en los momentos de soledad.

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Amamos esos momentos que nos dan el aire necesario que nos conecta con esa visión amiga del Porvenir.

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Yaces en mi espacio, que te cedo. Ahora somos uno sin provocaciones. Los estímulos nos quitan un poco de inocencia.

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Te diré lo que vale la pena entre consejos que nos invitan a planear con normas que son saturaciones de invitaciones a otro juego.

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No me mires así, que luego te diré que la normalidad ha de ser la virtud partida por dos. Nos multiplicaremos más tarde.

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Ha pasado tanto tiempo que no conozco ni lo que pensábamos cuando nos mirábamos sin hablar.

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Regresé a verte en un momento de tenencias nada tangibles. Eres ese amor imposible por el que lucharé toda la vida.

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Recuerdo que fuimos uno en un nuevo espacio de elementos que regresarán a la paz de las alturas.

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No soy el mismo. La vida es lo que es. Los planteamientos han de generar una densa amistad que nos hará navegar con sosiego.